Ir al contenido principal

Capítulo 1.- Diciembre de 1972. El cuadro de Lawrence.


El Verdolay es una zona residencial antigua, a las afueras de Murcia, en la falda de la sierra, donde vive una burguesía discreta y tradicional. La casa donde nos situamos es uno de esos chalets que, sin desentonar con los existentes de épocas anteriores, de  principio de siglo hasta los años cincuenta la mayoría, ponen de manifiesto por sus trazas y materiales de construcción  que se han hecho a expensas del dinero obtenido de los negocios, principalmente de la construcción de los años sesenta y setenta. El estilo de la piedra caliza junteada con cemento, la traza de las cubiertas de hormigón según un plano inclinado, las chimeneas exentas o adosadas al edificio, y las piscinas de hormigón proyectado los delata.
De entre ellos destaca el que nos ocupa. Por sus tejados a dos aguas con buhardillas, su atrio y la exuberancia de su vegetación.  Pero sobre todo por la nota culta, al menos en apariencia, que pone el letrero, de hierro pintado, en el arco sobre su puerta. Se trata de una palabra con caracteres cirílicos. Dice en griego Ευτυχία: Felicidad.
En la actualidad, aunque se conserva bien, ha perdido el lustre y la brillantez que tuvo. No deja de ser una de esas construcciones que, a la espera de más antigüedad o del derribo, se consideran no sin cierto desprecio o indiferencia como a todas las de su época o estilo pasadas de moda.
En el momento al que nos referimos la chimenea arroja un humo que hace intuir un cálido ambiente interior. En el salón caldeado se extiende el aroma de la madera de pino que se ha utilizado, al quemarla, para crear temperatura donde ha prendido la leña de olivo. A estas alturas ya en estado de brasas y tizones. Este calor y este aroma crean el ambiente que, junto con los licores espirituosos posteriores al lunch, favorecen la conversación fluida y el tono de confidencialidad que los cuerpos relajados y las voces templadas delatan.

Juan Pérez, conocido como El Coscorrones, pero que nadie se confunda, es un apodo utilizado por todos como referencia pero a nadie se le ocurriría en un ámbito mínimamente formal, no ya solo en su presencia, utilizar ni tan siquiera de forma indirecta el mote. Ya se cuidaría de hacerlo o de equivocarse. Es el dueño y el promotor de casi todas las obras del Polígono, propietario del chalet y quien convoca la celebración.
Los excedentes y beneficios se han convertido en el caso de El Coscorrones en una colección de arte que se puede considerar la más nutrida en calidad y cantidad de Murcia y probablemente en una de las más de Europa. El amplio salón, y las dependencias anejas, exhiben algunas de las obras más representativas. Pero en el sótano en condiciones adecuadas de luz, temperatura, humedad, y sobre todo seguridad, nadie sabe a ciencia cierta lo que se hay alojado. Aquí se pueden ver un Ribera, algún Murillo, varios Orrentes y Pedro Flores, esbozos de Sorolla, de sus colecciones estadunidenses, de Dalí, y de Antonio López, pero también hay un Pollock,… que se mezclan con obras a la espera de que alguna vez se coticen, como un  Bonafé encontrado en su casa de La Alberca por el nuevo propietario y el maestro de obras. También se pueden observar algunas obras de pintores que no están en los circuitos a la espera de que maduren en el mercado. Se vislumbran tallas y esculturas. Una copia contemporánea de las tres gracias de Canova, un san Jerónimo y un Niño del taller de Salzillo, un Debussi, y una virgen gótica comparten espacio con un arlequín de Gargallo y una pareja amatoria de Camille Claudel,
(...)
En un momento determinado alguien con un dominio conveniente del discurso a este tipo de ocasiones, seguramente algún profesor de medio pelo que ha hecho carrera por favores y mediaciones, vinculado por méritos poco confesables con el poder local, hilvana un discurso que habla de la función de la empresa como impulsora de un nuevo urbanismo que se ha hecho a la ciudad con un hábitat moderno, venciendo las dificultades naturales con la técnica más avanzada. Lo habitual, la hagiografía a los próceres, la vertiente social con modernos centros de estudios, y hospitales,… todo sujeto al patrón clásico, sólo que en este caso es la primera vez que las dimensiones de la obra tienen el tamaño de un barrio completo de la ciudad que supondrá un incremento en un porcentaje considerable de viviendas y de población y que supone un bocado decidido de un vez a la huerta. Es la primera, después vendrán todas las demás.
- Pero con ser importante, -prosigue- vital para nuestra ciudad y nuestra región, esto no es todo. Nuestro benefactor Don Juan Pérez Belando quiere culminar el acto comunicando a ustedes una adquisición para su acervo de arte, que es el de la región y el de la patria,  una obra única, que por derecho nos pertenece y que nunca debió salir de nuestra querida Murcia. Se trata de la única obra que hay en nuestro país del pintor inglés y maestro universal, equiparable a Rubens, Miguel Ángel  o Velázquez, Sir Thomas Lawrence, sin duda el mejor pintor retratista de todos los tiempos. Obra que no dispone ni siquiera nuestra máxima pinacoteca, El Prado, ni de él ni de ningún cuadro atribuible a Lawrence. Y que la National Galery o la propia Corona Británica han hecho  lo humano y lo divino por conseguir. Se trata del retrato del primer Lord Howden…
El hagiógrafo prosigue hablando durante un largo rato de la obra, del personaje y de la repercusión de la adquisición. Lo hace con cuidado de dejar claro que “son ustedes unos privilegiados con ver este espectáculo para el que solo están preparados unos pocos mortales y con disfrutar del resplandor de nuestro prócer insigne, no estoy convencido de que todos ustedes lo merezcan , pero como salga esto más allá del circulo intimo o del rumor, que dicho de paso aumentará su esplendor, al que lo haga le vamos a cortar los güevos. Y aquí están estas autoridades que veis para dar fe de que será así”.



Para seguir leyendo...




El libro Caradoc está disponible en Amazon, se distribuye en Internet y en librerías. A partir de ahora, para no crear duplicidades con la versión completa, sólo publicaré en este blog, y en los demás de este proyecto, aquellos fragmentos que crea más interesantes, o que guarden alguna unidad, como es éste con relación con el cuadro de Lawrence, un motivo central en una de las líneas argumentales de la novela.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Parte segunda. Capítulo 3

El encuentro      Continuamos con la segunda parte. Tras el capítulo dedicado a Pepa la Malagueña y el salto en el tiempo que supone la subasta del cuadro de Lawrence en Madrid, volvemos al verano de 1858, a la caída en desgracia y subsiguiente llegada de Caradoc a Cartagena, donde es acogido por su amigo Andrés Pedreño Torralba.      En un ambiente de absoluto quebranto narramos cómo y dónde se produce su encuentro con Joaquina      En 1856 decayó el interés de Isabel por el embajador Howden. O’Donnell la tenía más concentrada en su persona y más aislada de otros temas y personajes que no fueran de su interés, lo hacía a través de elaboradas intrigas y con la ayuda de las cortesanas adictas a él.   Sin embargo, la vida en la corte fluye rápida en función de la vida nacional, que se concentra en Madrid, y de sus avatares. O’Donnell es el típico militar decimonónico, con los rasgos, característicos en esa época, de líder viri...

Capítulo 7.- Joaquina Plana Riquelme

Noviembre de 1823 Joaquina ha pasado toda la mañana al lado del cadáver de su padre, Pepe Plana Ortiz, junto a su madre Josefina Riquelme Soler. A pesar de sus nueve años de edad percibe el alcance de lo que sucede. De vez en cuando le aborda la idea de que no verá más al que ha sido protector y referencia para ella. Y eso le hace llorar sin ruido, apenas con sollozos. La pobreza y la vida en precario ha mantenido unida a la familia. La atribución de responsabilidades que le han hecho para  la atención a sus hermanos menores, es la segunda y son seis en total, ha forjado una unión natural entre sus padres, sus hermanos y ella. Atribución que ha asumido como algo necesario y natural. El vínculo con su padre se ha producido, por una parte, como la necesidad de protección en un entorno duro y adverso, en el que no siempre se tenía ni lo elemental para el sustento, y por otra parte como consecuencia del roce cotidiano, de las palabras, los gestos o las caricias que consti...