Ir al contenido principal

Parte segunda. Capítulo 2.

 Marzo de 1924


    Continuamos con la segunda parte. Tras el capítulo dedicado a Pepa la Malagueña damos un salto en el tiempo y nos situamos en marzo de 1924, en plena Dictadura de Primo de Rivera, en un Madrid  en el que se está reconfigurando el entorno urbano de la Gran Vía. 
    La acción se sitúa en el Hotel Florencia que ahora no existe. Estaba justamento en el lugar que en la actualidad ocupa El Corte Inglés y antes Galerías Preciados, en la Plaza de Callao.
    Es una situación en que se disuelve la fortuna que Caradoc amasó y que legó a Joaquina y a su hijo adoptivo Joaquín García, que fue senador del reíno. Fallecido éste se llega a una situación en la que los nietos deciden liquidar los bienes patrimoniales, para repartir lo que obtienen por su venta. Es el principio del fin del legado Caradoc. 

    La acción se sitúa en una subasta de arte. En ella sale a la venta el retrato del primer barón Howden, padre de John Caradoc, pintado por Thomas Lawrence.
Es la última vez, por otra parte, que se tiene constancia de que el cuadro aparezca públicamente. 

    Los protagonistas son Antonio Méndez, catedrático y crítico de arte y Ramiro, a quien ya conocemos del primer capítulo.





(...)

    Diciendo esto llegan finalmente al hotel. El portero no les pregunta obviamente por su destino. Manifiesta un conocimiento confianzudo de Méndez, seguramente no sólo basado en la paisanía gallega.

    - Con Dios Don Antonio y la compaña ¿Qué, a enseñar al discípulo?

    - Poco puede aprender ya el rapaz, es más listo que el maestro.

    Suben pausadamente la escalera que da acceso a la recepción. Los saludos del recepcionista y de los botones son igualmente respetuosos al tiempo que de una no disimulada confianza. Ya arriba, y tras los plácemes, Don Antonio le dice:

    - Espérame aquí que voy a hacer una necesidad.

    Mientras vuelve, Ramiro tiene oportunidad de ver lo que le rodea y examinar con disimulo, pero con una tremenda curiosidad, los personajes que van llegando.

    Va reconstruyendo quién es cada uno a partir de lo que sabe, por lo que oye, y por multitud de pequeños detalles, como son los acompañantes. En qué medida los conoce y por lo que sabe de ellos es por lo que acepta o rechaza la identidad que les atribuye. En su fuero interno piensa que esta habilidad de identificarlos por los indicios, así como de observar sus modales, lo que dicen y establecer consecuencias, va a ser vital, clave, en su futuro para establecer el valor de las piezas de arte. Tanto como el análisis técnico de la obra. Lo que una pintura vale es lo que esta gente le atribuye, no solo en términos de dinero, sino de atención, de significación para ellos y para los demás o de valor que se atribuye a ellos en relación con otros elementos de su status y de su personalidad.

    Así ve pasar a la que después conocerá como Patricia Franzen, y que en ese momento supone de hecho que es la viuda del fotógrafo Christian Franzen, del que sabe que es, sin duda, el mejor y más considerado fotógrafo de España, o que vive aquí. Por lo demás es el autor de la única y última imagen que se conocer´a partir de este momento del cuadro de Lawrence que va a ver en la exposición.
    Franzen ha fallecido hace poco, pero ha sabido que por el monopolio que tiene sobre las imágenes reales y de la nobleza, del poder tanto político, como económico, religioso o militar, su fortuna en términos de derecho sobre sus obras y sobre la imagen de sus fotografiados es muy cuantiosa y ha generado multitud de conflictos en los que ahora está metida. Los que le acompañan sin duda son abogados y albaceas. 
    Le han dicho igualmente que está por Madrid el matrimonio Huntington, coincidiendo con la avanzada fase de la construcción de la Ciudad Universitaria, de la que es por un parte constructor y por otra mecenas de los aspectos artísticos de su arquitectura. Posiblemente su mujer, Anna Vaughn Hyatt Huntington, la esbelta y rubia anglosajona que ha pasado podría serlo, está también en Madrid, y hacen coincidir su viaje de luna de miel con la estancia y con algunos e los eventos que estos días se prodigan. Este podría ser uno.
    No ha visto, él cree, a Archer M. Huntington, el famoso mecenas. Es de suponer que, como muñidor del acto, o bien ha entrado y está en una suite del hotel esperando y hablando con su entorno para aparecer en el momento adecuado, o vendrá y entrará de algún modo reservado.

    Ya se incorpora Don Antonio.

    - Venga, vamos.


    Se van desplazando, siguiendo el flujo de la gente hasta el salón comedor del hotel que se ha habilitado como sala de exposiciones y sala de eventos para tal acto. El espacio, los cuadros y el atril y las sillas se han distribuidos adecuadamente. Un espacio diáfano se está llenando con los concurrentes y con los camareros que portan bandejas.

    - Mira, ese es Gregorio del Amo -le dice casi al oído su preceptor a Ramiro.


    Por el revuelo, la intensidad de la discusión y el volumen de la voz puede observar un grupo que se hace especialmente notar. Puede ver, entre ellos, a la que antes ha identificado como la viuda de Franzen.

    Después sabrá que se trata de un grupo de murcianos, que de una forma u otra están vinculados por herencia al legado que un embajador inglés llamado Caradoc compartió con una murciana: Joaquina Plana. De ese legado el elemento no menos notable es un cuadro de su padre, pintado por Thomas Lawrence. Quizá la única obra de ese pintor que hay en ese momento en España, y que posiblemente sea lo que haya atraído a Antonio Méndez al evento.

    A través de indagaciones descubrirá que el interés de vender el cuadro se produce por el decrépito estado de la familia. Al morir primero Caradoc y luego Joaquina, la parte sustancial de la fortuna española de la pareja pasa a manos de su hijo adoptivo Joaquín Gracia García (a quien llamaremos, para distinguirlo de su hijo, Joaquín I o Joaquín García García I), el resto pasa a la familia Plana, compuesta por los hermanos de Joaquina y a sus herederos, cuestión que no viene al caso. Nos centraremos pues en la parte que pasa a su hijo. Éste ha fallecido recientemente (en 1920).

    Para hacer líquida la herencia hay que vender al menos la parte mueble y en ello entra el cuadro de Lawrence.

    Los interesados, que constituyen el grupo, son decididamente murcianos, eso queda definido  por el marcado acento de sus voces y por el nivel de éstas, así como por la vehemencia de las discusiones. Todo lo cual desentona con el educado ambiente reinante.
    El núcleo de concurrentes lo constituyen: Carmen García García y su esposo José Florit, Joaquín García García (a quien llamaremos Joaquín II o Joaquin García García II) y su esposa Hellen Franzen y por último la pareja compuesta por Joaquina García García y Manuel Durán de Acha López-Vivancos.

    El hecho de que la viuda de Christian Franzen se incorporara al grupo viene justificado por la presencia de su cuñada, a quien ha aprovechado para saludar, quedándose después con ellos. El conjunto lo termina de componer el albacea de Joaquín, el hijo adoptivo de los señores Caradoc.

    
    
    Por la parte del salón más próxima al atril, entre las columnas se pueden observar de forma cómoda, con una iluminación adecuada y huyendo del contraste que suponen los grandes ventanales que dan a la Plaza del Callado, esplendidas obras del Barroco Flamenco y Holandés, allí un óleo con un Jacob Jordaens de innegable contenido moral, junto con un bodegón de Jan Brueghel el Viejo, o incluso un van Dyck menor. El interés de Don Antonio, no lo niega es por la pintura retratista, y en eso no distingue a personajes nobles de tullidos y contrahechos. Sin embargo, su fino olfato le lleva a detectar caracteres psicológicos de los personajes reconocibles luego en su biografía. Su trayectoria de catedrático de Derecho le lleva a detectar precisamente los rasgos asociados a ciertos perfiles con los que se ha tropezado en su carrera. Así se detiene frente a un Adriaen Brouwer, que representa a un campesino ebrio con un rostro relajado donde afloran sin pudor sus más bajos instintos.

    En una esquina, destacando por su hieratismo frente al derroche de sombras, en contraste con colores brillantes, y gestos cargados o figuras ostentosas, desafiantes y en todo en posturas de una manifiesta exhibición de lujuria, orgullo o placer barrocos, nos encontramos el cuadro del primer barón Howden con una inexpresividad típicamente británica y con un acentuado porte que disimula por el contrario toda pasión vital.

    En este ambiente en el que personajes refinados y amantes del barroco o del retratismo inglés, nos encontramos al grupo de murcianos totalmente ajenos a lo circundante y más preocupados por lo que hipotéticamente puedan sacar del cuadro.

    En algún desliz de sus conversaciones alguien reniega por la inutilidad de alguna comisión o de alguna cena ofrecida a algún marchante o crítico de arte, con la promesa de calentar el ambiente vía crónicas en columnas especializadas de la prensa más granada del Madrid de la Dictadura de Primo, o de fomentar el interés de la galería nacional por el cuadro, con la razón de suplir un déficit que hoy por hoy tienen con respecto a esta escuela y a su principal autor, Lawrence, la que aspira a ser si no lo es ya una de las primeras galerías de Europa como lo es El Prado.

    - A mi me parece que no vamos a recoger perras ni pal vino de la cena de anoche.




Si aún no has leído la primera parte...



El libro "Caradoc. Primera parte: Hacer cualquier cosa para conseguir el efecto deseado"  está disponible en Amazon, se distribuye en Internet y en la Librería Diego Marín de Murcia.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Capítulo 1.- Diciembre de 1972. El cuadro de Lawrence.

El Verdolay es una zona residencial antigua, a las afueras de Murcia, en la falda de la sierra, donde vive una burguesía discreta y tradicional. La casa donde nos situamos es uno de esos chalets que, sin desentonar con los existentes de épocas anteriores, de  principio de siglo hasta los años cincuenta la mayoría, ponen de manifiesto por sus trazas y materiales de construcción  que se han hecho a expensas del dinero obtenido de los negocios, principalmente de la construcción de los años sesenta y setenta. El estilo de la piedra caliza junteada con cemento, la traza de las cubiertas de hormigón según un plano inclinado, las chimeneas exentas o adosadas al edificio, y las piscinas de hormigón proyectado los delata. De entre ellos destaca el que nos ocupa. Por sus tejados a dos aguas con buhardillas, su atrio y la exuberancia de su vegetación.  Pero sobre todo por la nota culta, al menos en apariencia, que pone el letrero, de hierro pintado, en el arco sobre su p...

Parte segunda. Capítulo 3

El encuentro      Continuamos con la segunda parte. Tras el capítulo dedicado a Pepa la Malagueña y el salto en el tiempo que supone la subasta del cuadro de Lawrence en Madrid, volvemos al verano de 1858, a la caída en desgracia y subsiguiente llegada de Caradoc a Cartagena, donde es acogido por su amigo Andrés Pedreño Torralba.      En un ambiente de absoluto quebranto narramos cómo y dónde se produce su encuentro con Joaquina      En 1856 decayó el interés de Isabel por el embajador Howden. O’Donnell la tenía más concentrada en su persona y más aislada de otros temas y personajes que no fueran de su interés, lo hacía a través de elaboradas intrigas y con la ayuda de las cortesanas adictas a él.   Sin embargo, la vida en la corte fluye rápida en función de la vida nacional, que se concentra en Madrid, y de sus avatares. O’Donnell es el típico militar decimonónico, con los rasgos, característicos en esa época, de líder viri...

Capítulo 7.- Joaquina Plana Riquelme

Noviembre de 1823 Joaquina ha pasado toda la mañana al lado del cadáver de su padre, Pepe Plana Ortiz, junto a su madre Josefina Riquelme Soler. A pesar de sus nueve años de edad percibe el alcance de lo que sucede. De vez en cuando le aborda la idea de que no verá más al que ha sido protector y referencia para ella. Y eso le hace llorar sin ruido, apenas con sollozos. La pobreza y la vida en precario ha mantenido unida a la familia. La atribución de responsabilidades que le han hecho para  la atención a sus hermanos menores, es la segunda y son seis en total, ha forjado una unión natural entre sus padres, sus hermanos y ella. Atribución que ha asumido como algo necesario y natural. El vínculo con su padre se ha producido, por una parte, como la necesidad de protección en un entorno duro y adverso, en el que no siempre se tenía ni lo elemental para el sustento, y por otra parte como consecuencia del roce cotidiano, de las palabras, los gestos o las caricias que consti...