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Caradoc III parte.- Capítulo IV

La diosa del medallón   

Miguel Zapata Ros  

    Cuando en Bayona vi el medallón del Chateau “Casa Caradoc” en el que se quería representar a Joaquina como sosias de Diana de Poitier, o al revés, no lo pude evitar, parecerá tópico, pero tuve un estremecimiento. Era la viva estampa de la escultura de Diana la Cazadora, atribuida a Cellini, que había visto tantas veces reproducida, y cuyo original estaba en el palacio de Anet.

    Sin duda Caradoc dio órdenes de que que el artista hiciese realidad con todo su arte este parecido. Imaginé que igual había sucedido en los medallones de mármol blanco que hubo en la fachada de la Torre Caradoc de Murcia, los que vio el congresista norteamericano Samuel Cox en su visita. Los mismos que, en la fabulación de la novela, atribuí a Leoncio Baglietto, el hijo de Santiago, el escultor del monumento a Froridablanca que todos conocemos en el jardín del mismo nombre. Pero seguramente el artista no será menos virtuoso, dada la impresión que causó en el parlamentario.

    Ese medallón, junto con el de Francisco I, ha desaparecido en Murcia. En algún sitio estará. Si alguien lo ha visto, o hipotéticamente lo viera, ya puede decir a quienes lo posean cual es su origen y su sentido con lo que en este capítulo y en el libro de contexto se dice acerca de él y de su compañero.

    Pero si no es suficiente, vean en las imágenes si existe o no parecido:

 


Fuente de Anet representando a Diana Cazadora, atribuido a Cellini.



Medallón del Chateau Caradoc en Bayona.

Así sería , pero en mármol blanco, el medallón de Murcia.

 

    Y éste es el diálogo, casi monologo, entre Caradoc y Baglietto en la novela:




     Tras la reunión tenida con todos los participantes en la obra a finales de diciembre, Caradoc y Pedro Albaladejo visitan a Leoncio Baglietto en su taller. Es en enero de 1859, poco después de Reyes.

− Poco tengo que añadir a lo dicho en la reunión de la casa Puxmarina. Los medallones con Francisco I y Diana de Poitier van a constituir, como un blasón medieval, el distintivo y nuestra firma en el palacio. Será lo que nos diferencia e el signo que nos identifica. Quien llegue a la mansión así lo ha de entender. Por tanto, en la idea y en los términos que acordamos, venimos a establecer un plan y un calendario para su realización. Eso conlleva que tendremos reuniones periódicas, en las que estaré, y donde me irá informando de los avances, de manera que pueda ver el progreso de la obra. Obviamente, eso es independiente de las sesiones de posado que tengamos, tanto Doña Joaquina como yo mismo. – Diciendo eso le entrega una cantidad en metálico y otra en unas Cédulas Reales, medio de pago recién puesto en circulación a modo de documento que sustituye a las pesadas monedas para cantidades grandes de dinero– Aquí tiene, como primer pago, tres mil reales. Mil en moneda corriente y otras dos mil en este nuevo medio, que nos resultará más seguro porque lo podrá ir utilizando, haciéndolo líquido, a medida que lo vaya necesitando. Nadie que no sea usted lo podría hacer efectivo. Estos documentos se llaman cédulas y valen por la cantidad  nominal consignada, que podrá hacer efectiva en el nuevo Banco de España, antes de San Carlos, o simplemente podrá utilizar para hacer posteriores pagos.  En cualquier caso, con ello afrontará los gastos previstos. Tras ellos, puntualmente, me dará cuenta del desglose por partidas: Compra de materiales, mármol, madera, hierro, etc., de utensilios, mano de obra,… Eso lo hará semanalmente. Vendrá el señor Albaladejo o yo mismo. Eventualmente también podrá asistir la Señora Plana. A ella deberá tratarla con igual confianza y claridad que a mí.

− Descuide usía −responde Baglietto − Sé trabajar al estilo inglés. Recuerde que en Cádiz lo hice ayudado por el forjador compatriota suyo Mr. Cauley, que frecuentemente me contaba su experiencia en la forja que hicieron para el bajo relieve del monumento a Nelson en Trafalgar Square. Nada más estricto que eso. 

− Por supuesto, ya imagino que estará usted coordinado con el responsable de la obra, Mr. Young. Él tiene que compartir este trabajo con, su actividad en Cartagena. De manera que, cada vez que venga, tiene que dedicarle el día. También tendrá que ponerse de acuerdo con los maestros del testaferro de los Zabálburu, don Eustasio Ugalde, pero sobre todo con Young. Porque en la fase donde estamos lo importante es el proyecto, sitio donde ubicar la obra, tamaño, anclaje al muro, todo eso tiene que verlo con el arquitecto. Después en la ejecución hablará básicamente con los maestros.

» Otro tema es el de los posados. Sobre la marcha veremos cómo lo va haciendo su merced para que el parecido entre la señora Plana y Diana de Poitiers sea el adecuado, así como entre Francisco I y un servidor. Ese será su mayor reto, junto a que se manifiesten en el mármol el carácter y el sentimiento de los personajes. Ya le digo que los medallones no solo son el emblema de la casa y de la familia – Ésta es una de las pocas veces que Caradoc emplea ese término − sino que reflejan la personalidad de los dueños.

» También sería bueno que echase un vistazo a la biografía de los personajes. En la biblioteca o entre el material que tengo almacenado para ella, podrá usted obtener sobrada información sobre la peripecia personal de Diana y de Francisco, así como las circunstancias tanto de su vida como históricas que los rodearon. También grabados y pinturas que he ido coleccionando sobre ellos o sobre la figura de la diosa Diana Cazadora y sus representaciones en esculturas de la Roma y de la Grecia clásicas. téngame al tanto de sus progresos y hágame saber sus dudas antes de tomar una decisión.

» Para fijar bien los caracteres es bueno que conozca la relación entre las edades de lo spersonajes. Tome nota: Francisco le llevaba a Diana casi cinco años. Exactamente cinco años menos 9 días. Sin embargo, Diana le llevaba a Henri, hijo mayor de Francisco a y la sazón su sucesor, 18 años. Ella estaba más cerca de aquél que de éste. Y cuando murió el rey,  tenía 48 y su heredero, ahora nuevo amante de ella, 30. 

Mientras dice esto, Caradoc abre una carpeta y extiende ante los ojos del escultor un amplio abanico de láminas, acuarelas, dibujos y esbozos al carbón.

− Para inspirarse aquí tiene copias de Diane de Poitiers por François Clouet, también el grabado de Philippe Mercier. Por supuesto, dadas las poses y las imágenes y sabiendo lo retrógrados y mal pensados que son algunos españoles y lo poco preparados que están para estas cosas, más vale que sea usted reservado con estas obras particularmente con el grabado.

» Es una pena que no conozca el palacio de Anet, propiedad que fue de nuestra modelo en Francia, para que viese cuadros y esculturas como yo las he visto, que muestran hasta la saciedad su esplendor y su belleza. Le entrego también unos esbozos a carbón y alguna acuarela que mandé hacer sobre las esculturas de la fuente de Diana Cazadora, una de ellas, la más conocida, reperesenta a la diosa pero con las facciones de Diana de Poitiers, nuestro personaje y propietaria del castillo. Esta maravillosa fuente se atribuye a Cellini. Pero fíjese bien amigo− Caradoc le acerca a su interlocutor una imagen en carbón perfectamente lograda, donde se reproduce el rostro de la diosa en semiperfil. Unas bellísimas facciones que se obtuvieron de la estatua en la fuente. Realmente no lo disimula: Quiere que este sea el modelo para el medallón − Usted conoce bien a Joaquina ¿no le parece extraordinario, casi un milagro, el parecido de ella con Diana y con la diosa?  

  

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