Narváez, o por qué Caradoc se va a Bayona y deja Murcia para siempre
Es abril
de 1868. La crisis arrecia. Las críticas al gobierno y por elevación a la reina
se multiplican, como bien reflejan los libelos y el ambiente que los rodea y los favorece. En esta situación, tras un consejo de ministros del que sale
enfurecido Narváez por las noticias que le llegan y por lo tratado, se reúne
con Marfori en un gabinete del ala de palacio donde se celebran las reuniones
del gobierno. Están a la espera de trasladar a la reina las resoluciones junto
con su evaluación de la situación.
A
Narváez y Marfori le molestan las cosas de la corte y los libelos de Madrid, que
ya llegan a toda España. Pero el hecho concreto, lo que es realmente importante,
y sin cuya concurrencia lo anterior carecería de importancia, es la crisis
económica con el malestar que lleva aparejado. Malestar que por una parte llega
a los pobres, que son ya los más de la sociedad, como a los apesebrados, que
con la reducción de fondos públicos tienen que ir saliendo o sencillamente no
cobrar. Y, si lo hacen, lo hacen poco mal. De esta forma, los mismos que se han visto
favorecidos, como los hermanos Bécquer, en la etapa que concluye son los que más arrecian en la lucha y en la
insidia contra la camarilla gobernante que, según ellos, manejan a su antojo
los hilos del poder de reino. Pero, como en lo anterior, ambas cosas tienen su
base en la crisis económica. Y en ella la crisis de las empresas ferroviarias y
de su explotación.
Es la
primera vez que en España estalla lo que después sería una constante y una
característica cíclica del sistema capitalista: Una crisis financiera. Se ha
producido a principios de 1866. Tengamos en cuenta que los billetes de banco
circulan desde muy poco antes. Caradoc se las había visto para sufragar los
gastos de la construcción de la Torre no hace mucho y para cambiar los billetes
en monedas, que era lo que se aceptaba comúnmente los maestros y la gente de
los oficios, incluso los proveedores. Por tanto, esta crisis cogió sin
experiencia y poco preparado al gobierno de Narváez y por elevación a Isabel
II.
Lo que
hizo estallar la crisis financiera fueron las pérdidas sufridas por las
compañías ferroviarias, que arrastraron con ellas a bancos y sociedades de
crédito. Las compañías no pudieron responder a lo prestado y muchos bancos
cerraron o redujeron al máximo el crédito. Ante esta situación el estado
debería hacerse cargo de las quiebras y rescatar a los bancos. Esta era una
dinámica en la que el gobierno era inexperto. Pero, a falta de otro
conocimiento y de otra experiencia, lo intentaban resolver con el aumento del
déficit público y, consecuentemente, el incremento de la deuda soberana.
Como
hemos dicho, el origen estuvo en el ferrocarril. Recordemos que en 1862 se
había inaugurado el de Murcia y después casi todos los demás. Y, aunque la
financiación vino por las bancas internacionales, Caradoc era testaferro de la
Rothschild, las deudas eran financiadas por bancos españoles con respaldo
estatal. Hubo un aviso en 1864 con algunos bancos vinculados con el
ferrocarril, pero lo fuerte vino en 1866 cuando la crisis alcanzó a dos
importantes entidades de Barcelona, la Catalana General de Crédito y
el Crédito Mobiliario Barcelonés. A partir de ahí cundió el pánico.
Todo
ello afectó al segundo ciclo del capital circulante: al mundo de la economía
real o no financiera: al mundo de la producción, del trabajo y de la empresa o
de las explotaciones agrícolas, ganaderas, etc. A la crisis financiera de 1866
se sumó, como consecuencia, una grave crisis de bienes clave para la subsistencia, en
1867 y 1868, acrecentada por por las malas cosechas de esos años. En este caso
no fue la burguesía o los banqueros los afectados, sino el pueblo llano.
La
escasez y la carestía de productos básicos como el pan o el aceite hizo que se
produjeran revueltas populares en varias ciudades, como Sevilla o en Granada. También
en Murcia.
El
círculo se cerraba con el paro en la actividad industrial y de servicios a
consecuencia de la crisis financiera. Afectó, sobre todo, como es fácil suponer,
a los dos sectores que más trabajo producían: las obras públicas, en particular
a los ferrocarriles, y la construcción.
Todo
ello constituía el marco de la crisis general en la que se veía envuelto el
régimen isabelino y el gobierno de Narváez. Cuyas últimas consecuencias se
habían tratado en el consejo de ministros, que no hizo sino levantar acta de la
situación y de su impotencia para afrontarla. Esto justificaba el mal humor de
su presidente.
− Qué
bien nos sedujo el cabrón de Howden a todos − exclama El Espadón− vendiéndonos
lo del progreso con el tren. Daba por hecho que todo sería maravilloso en un
mundo feliz, que las mercancías circularían y que con ello las ganancias se
dispararían. No habló para nada de qué pasaría si se produjese un entusiasmo desmedido
y la especulación, de la cual él mismo y Corvera se beneficiaron recientemente.
Qué ciegos fuimos todos. Pero claro, tenía cogida por la parte blanda a
Isabelita, perdóname esta licencia con tu amada −dice directamente, a
bocajarro, y no sin cierta ironía cruel, a Carlos Marfori, que no se da por
afectado−. Eso, el entusiasmo desmedido ha sido lo que ha traído la crisis y
todo lo demás. Ellos, los Rothschild y la banca extranjera, inglesa sobre todo,
no han perdido nada, todo han sido ganancias para ellos. @1
» Todavía
recuerdo, como si fuera ayer, su presentación en el baile de palacio. Cuando la
pareja que lo inició fue la reina con él ¡Qué embelesada estaba ya en ese
momento! Cómo se las urdió para camelarla en tan poco tiempo. A esas alturas ya
se estaba, según mis servicios de información, tirando al mismo tiempo a la
soberana y a Pepa la Malagueña. Ahí es nada: Dos hembras reales al mismo
tiempo. Hay que joerse. Sin gastarse nada en espías lo sabía todo. Y por
otra parte tenía a la reina comiéndole en la palma de la mano. Hubo un día en que
la rabia fue máxima, apenas me pude contener. Fue cuando coincidí con él en la
procesión del Jueves Santo. Es que me lo hubiera comido. Verlo con qué descaro
se chuleaba delante de todos, el jodío inglés, con mi propia reina. La
representación y el símbolo de mi patria… Na más le faltaba limpiarse con
la bandera después de estar con ella.
−Bueno, padrino
– le corta Marfori, viendo el giro de la conversación−Tampoco nos pasemos con
la ira, al menos no tanto que nos desvíe de la situación. Sobre todo, teniendo
en cuenta lo que vino después. A partir de octubre del 56 y todo el 57, hasta
su destitución en enero del 58. Nos costó, pero nos deshicimos de él.
−Pues
ahora tenemos que repetir la faena, pero definitivamente. Si lo dejamos con
vida fíjate la que nos hace.
» Cuando
se repuso de la enfermedad en Cartagena volvió a Inglaterra y además de
restaurar su economía, mejor incluso que antes, consiguió hacerse con las
riendas de la banca y del ferrocarril. Desde Murcia lo gestionaba todo con la
ayuda de Corvera. En esta ocasión no ha seducido a la reina, ha hundido el reino
−Narváez no puede evitar que el odio que siente le perturbe la visión hasta
hacerle creer que la crisis, sólo debida a la economía, si bien es verdad que,
con toda la complejidad de su dinámica, ayudada con la torpeza de su gobierno,
es causada por una conspiración de la banca inglesa y de su infiltrado en
España: Caradoc−. Pero es verdad, durante estos años la cosa ha funcionado. La reina
está muy contenta contigo, eres un maestro.
− No lo
hago por maestría, padrino. Nos profesamos un amor profundo, así lo siento, y así
se lo comunico a usted. Lo que sucede es
que nuestro sentimiento hace más factible que su majestad comprenda mejor la
situación de su reino y de sus súbditos, pero sólo como resultado de un amor verdadero.
También es cierto que eso fcilit la acción del gobierno. Así debemos verlo, no
como los malditos libelos de esos jodidos hermanos…
−Por
cierto ¿cómo es posible? −interrumpe Narváez− ¿Cómo es posible que eso se siga
publicando y defendiendo? Se lo he preguntado en repetidas veces a González
Bravo, pero no me da repuesta satisfactoria.
− Hemos valorado,
los que tenemos competencia en el tema, las consecuencias que tendrían las medidas
que tomásemos y qué medidas tomar. Actualmente las consecuencias efectivas no
pasan de comentarios y chascarrillos. Eso no es algo que induzca a un motín o a
una rebelión. Al menos directamente. Más bien al contrario, es como una válvula
de escape. Mientras la gente ve esos libelos escarnecedores piensa que está contribuyendo,
cada uno a su medida, en la respuesta a lo que considera un gobierno y un
régimen nefasto. Queda parcialmente con la conciencia tranquila. Eso en tanto
la cosa no vaya a más, a algo que le afecte en cosas básicas como es la comida
o la carestía de la vida. Por contrapartida, si arrestásemos a unas personas de
tanto prestigio y tan buena fama como el poeta o su hermano, al menos la gente
de cultura lo vería como la prueba definitiva del carácter despótico del régimen.
Y eso sí que pudiera ser, para muchos, la gota que colmase el vaso. Toca pues
joderse, por ese lado, y aguantar. Perseguir como podamos la difusión del
panfleto, lo cual siempre es difícil, me refiero a los clandestinos, los que están
en publicaciones de curso legal, como el
Gil Blas, es imposible porque bien se cuidan de no atravesar la línea de
lo que se considera la libertad de expresión en su sentido más amplio y si lo hiciésemos
tendríamos las mismas, la oposición que nos tiene muchas ganas y no repara en
pequeñeces se no echaría encima en el parlamento, y sería peor.
» Respecto
de lo que antes comentábamos de mis relaciones con la reina. Usted sabe bien
que le tengo al tanto. Al menos de los aspectos que tienen que ver con las
medidas políticas y sobre la creación de opinión favorable a esas iniciativas.
Lo que señalan esos panfletos, y su éxito se debe a ello, es lo que trasciende
o lo que esos hijos de puta quieren que trascienda de esas relaciones a la política
y hacer que la gente asuma su interpretación de ella. El vulgo es mal pensado y
malicioso por naturaleza. Así ha sido en el caso del viaje del Padre Claret a
Roma, a ver al papa. @1 Entre los que han pertenecido al funcionariado o han
estado en contacto con esos ambientes ha sido muy fácil conocer las cosas como
han sido, eso que en ningún caso debe llegar al público y menos de una forma
maliciosa. Bécquer lo sabe bien. Por eso sus adefesios sobre el viaje y los
motivos del viaje tienen una base de verdad. Lo ha interpretado de la forma más
precisa incluso a como realmente ha sido , lo cual no es muy difícil para ese
cabrón. Él ha estado, lo hemos tenido, mucho tiempo incrustado en el núcleo, la
almendra del melocotón, de la gobernación del reino. Ha participado en todos
los saraos y sus habladurías. Como listo que es, se está aprovechando de lo que
sabe. De esta forma completa lo que la prensa dice con la interpretación que le
da a esos hechos por lo que sabe. La operación de la visita al papa la hemos
discutido no solo en círculos reducidos, del padre Claret, Sor Patrocinio, e
incluso de forma inevitable la reina, se ha llevado al consejo de gobierno, de
manera que la visita fuera coordinada con el Vaticano, y el papa tuviese
constancia de las medidas que íbamos a tomar con la Iglesia, incluso de la
verificación de la puesta en práctica de algunas de ellas como prueba de buena
voluntad. Es pues un hecho conocido en círculos de la administración del
estado, y en sus alrededores cual es el sentido de las medidas. La primera de
ellas pagar la cuantiosa bula que pagamos por adelantado. Recuerde que fue en
diciembre de 1865, cuando la pagamos directamente a Pio Nono para que la
reina “pudiese seguir pecando” mientras se mantuviese firme en la defensa de
los intereses del papa y de la Iglesia católica en España[mz1] . Lo
cual ya sabemos lo que significa, exenciones en tributos, apoyo con la
infraestructura estatal en las obras y mantenimiento de iglesias y edificios
por parte de fomento, participación en consejos de gobierno y en sus medidas,
al socaire de la inspiración divina de la gobernación, etc. A partir de todo
eso sólo tenían que dar pie con sus textos y dibujos a la malicia del
populacho.
−Bueno,
a lo que vamos. No nos desviemos de lo principal −interrumpe Narváez− Lo
principal es lo que estábamos hablando cuando salió lo de tú con la reina, los
libelos y la bula del papa. Que no hay que dejar que se escape vivo el lord de ésta.
» La
otra vez lo dejamos vivo. Ahora en el tiempo que nos queda en el gobierno, no
sólo hay que derribarlo, porque si no cada vez va a ser peor para el país y
para nosotros, sino que una vez derribado hay que rematarlo. Para que no escape
ni reviva. De manera que hay que preparar un plan para, en el tiempo que nos reste,
sea éste el que sea, lo dejemos listo de papeles. Habla tú con Gobernación, con
González Bravo, para que rebusquen en su expediente y le pongan cerco en
Murcia, con Hacienda para que vean como está de tributos y, si no, que se le
busquen algunas cosas. Todos ha hecho compras sin declarar, él no iba a ser una
excepción. También mira en Justicia, que vean a los notarios de Murcia cómo se
incrementa su patrimonio. Que no esté tranquilo ni un día. También habla con Fomento,
que rebusquen en todo los expedientes relacionados con el ferrocarril en
Murcia, concesiones, expropiaciones, licitaciones,.. suministros. En fin, ya
sabes cómo se hace. Que les quede claro que esto es una cosa personal mía,
del Presidente Narváez.
» En todo caso,
si yo me tengo que ir, tú te quedarás con quien me sustituya para rematar esta
faena, bueno ésta y otras que aseguren que a mi no me pasa nada, pero ésta
también[mz2] .
Así
queda la conversación. Después, brevemente, tratan cosas de trámite para
comunicar a la reina, hasta que los llaman a despachar con ella.
En las
semanas siguientes, desde los primeros días después de esta conversación,
Caradoc sufre las consecuencias de lo que allí se acuerda. La acción de Marfori
y de Narváez se prolonga durante el gobierno de éste, a pesar de que dura poco,
hasta el 23 de abril, y en el que le sigue de Luis González Bravo, hasta el 19
de septiembre en que cesa. Las cosas se precipitan y en varios gobiernos efímeros
cae el régimen con el estallido de la revolución del 68 el 30 de septiembre, día
en que abdica la monarca y sale para París. Pero el tiempo que duró su mandato,
Mrfori tuvo más interés en hacer la vida imposible a Caradoc que casi en la gobernación,
a pesar de lo que se le venía encima. Tal era la fijación de Narváez.

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