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Capítulo 7. El statu quo

 


Recientemente se ha publicado la segunda parte de Caradoc. Éste es un fragmento del último capítulo. Supone un salto en el tiempo desde lo relatado anteriormente, que constituye la mayor parte de la novela y que se desarrolla en vida de Caradoc y Joaquina, a unos años próximos en los que muchos de nosotros hemos vivido, o cuyas consecuencias forman parte de nuestra cotidianeidad.

La acción se sitúa ahora en el boom urbanístico de los años setenta en la ciudad de Murcia.

En esta época, merced en parte a la corrupción reinante al socaire de la dictadura, con los medios de comunicación férreamente controlados, los sindicatos prácticamente inexistentes y sin libertades públicas, los constructores campan a sus anchas, no son sólo empresarios. Realmente hay un complejo político-empresarial-administrativo tal que no hay forma de delimitar entre quién construye, quién pide los permisos, si es que los pide, quién los concede y dónde van a parar los beneficios.

La impunidad es total. Si hoy miramos el horizonte urbano de nuestra ciudad, a su sky line, veremos la parte trasera de bloques de viviendas en el centro de casco antiguo, las fachadas que, en teoría, debieran dar a unos patios de vecindad, sobresalen como parte de deformes bloques de muchas alturas sobre calles estrechas de trazado moruno. Manzanas que no se han concluido y dejan las vergüenzas de esos bloques de apartamentos al aire. Prestando con ello un imposible, por lo feo, telón de fondo a monumentos como son los palacios de la Plaza de Romea, o las iglesias de San Bartolomé y Santa Catalina. 

Eso es sólo una muestra del caos estético y moral que reina en la ciudad.

En este panorama, un constructor, no sabiendo donde invertir los cuantiosos beneficios que obtiene, lo hace en arte. De esta forma se inicia una trama de comercio en pinturas, esculturas y patrimonio en general, a través del cual circula sin control buena parte de la riqueza artística de la ciudad que en esos años y anteriores ha desaparecido. Entre ellos se encuentra el cuadro del primer Lord Howden y los medallones de la Torre Caradoc. A veces, como en este caso, ese estado de cosas conlleva consecuencias dramáticas como es la muerte en extrañas circunstancias de un joven. 

Todo ello se cuenta en este último capítulo, que por otra parte supone un salto en la trama.

Estos saltos son los flashback y flashforward utilizados frecuentemente en la novela como recurso para narrar en paralelo las dos o tres tramas que transcurren en distintos periodos, pero unidas por elementos comunes. Éste en particular es el segundo hilo, el de las peripecias que sigue el cuadro del primer barón Lord Howden, en los años setenta. Conecta pues con los dos primeros capítulos de la primera parte, el que transcurre en el chalet de La Alberca y el que concluye con la muerte del joven, descendiente indirecto de Joaquina, en el cruce de El Alias, en condiciones poco claras. 

 



    Los días transcurren tranquilos en la ciudad, uno igual que otro. La sucesión de las horas se produce siempre de la misma forma. Todos los días a la misma hora sucede igual. Incluso las conversaciones se repiten. La prensa local sirve para leer las esquelas y los ecos de sociedad. La actualidad, vaga y lejana, siempre es buena. Las noticias malas sólo suceden en el extranjero. La ciudad es tranquila. Si hay algo que perturba la paz o pueda crear inquietud, sólo puede provenir de fuera, preferentemente de Madrid o de Barcelona. Eventualmente puede suceder también en alguna provincia, como recientemente han sido los incidentes de Granada. En cualquier caso, si es así, la prensa siempre lo pone en páginas interiores, junto a alguna noticia de un suceso o la reseña de algún accidente. La televisión, oficial, la única y dependiendo del gobierno, ni eso. El pulso cotidiano se sigue por las conversaciones, basado siempre en “lo que se dice”. El resto de la vida lo constituyen los quehaceres de casa, seguir la marcha de los niños en la escuela, sus riñas con otros niños,… el trabajo, la tarea es una rutina,  un día continúa, en una sucesión interminable, lo del día anterior. Y la diversión, ya se sabe, la constituyen el santo, el cumpleaños, la boda, los toros en temporada y el futbol. Los jóvenes hacen bailes en casa de los amigos, … Y de vez en cuando, alguien, frecuentemente humilde, se lleva a la novia. Que es como se casa la gente pobre en Murcia. Ah, si, y las familias como Dios manda, van a misa los domingos.

    El bienestar producido por el auge del consumo y la paz social hace que el gobierno de la dictadura se sienta más seguro y, en consonancia con lo que sucede fuera, sea más permisivo. El año pasado, cuando se renovó el convenio de la construcción, estamos en los años setenta, en pleno boom del sector, hubo paros controlados y alguna manifestación, o más bien concentración vigilada por la policía gubernativa, pero sin incidentes. Luego los rumores, el boca a boca, se encargaron de magnificar lo sucedido. Justo todo lo necesario para dar, de cada al exterior, una imagen de un poco de apertura…. Pero no más. La lenta procesión de los días continuaba como siempre, uno tras otro e igual que el anterior.

 ...

    Don José es un cura relativamente joven, pero no es un cura de los que en esa época empiezan a tener veleidades con la oposición democrática al régimen, ni mucho menos con la izquierda clandestina, tampoco está en las antípodas de los curas obreros, porque él está en otra dimensión. Intenta comprender qué es lo que la iglesia pretende en estos tiempos. No es fácil. Trata de encontrar una guía, un norte, en esta época de turbación que siguen al Concilio Vaticano Segundo. A su entender, los conflictos en los espíritus humanos van más allá de esos problemas, que son cosas temporales, en los esquemas de Dios.

    Es un auxiliar de obispo. Pertenece al claustro catedralicio de la diócesis de Cartagena, que así se llama la demarcación eclesiástica radicada en la ciudad. Vive en un piso que le sirve para su catequesis particular, no se pliega a  asociaciones ni tendencias de la Iglesia como el Opus, los  Propagandistas o la HOAC. Su particular congregación, constituida por él mismo y sus seguidores, tiene discretamente su sede en la Calle de San Nicolás de Murcia, cerca de la iglesia del mismo santo, y a cuyo párroco ayuda con las misas y otras tareas de la parroquia, e imparte clases de religión en el Instituto de Segunda Enseñanza Alfonso X El Sabio.

    Ese día, como otros, acude a las 9 a la iglesia. Hora en que alguna parroquiana madrugadora reza o lo espera para la confesión.

    Tras cambiarse y atender en el sacramento a un par de feligresas, se dispone a abandonar el confesionario cuando alguien, al que no había visto por estar sentado en un ángulo muerto de la nave central, a escasos metros, se levanta con un ligero ruido del banco. Don José no se mueve. Realmente llegado este punto deja transcurrir una pausa prudente y si transcurrida no acude nadie es cuando se levanta y tras una genuflexión y santiguarse abandona el habitáculo.

    Puede percibir que se trata de un hombre joven y fuerte, vestido con sencillez, con una chaqueta fresca de mil rayas, acorde con la época de primavera temprana en Murcia, y unos pantalones de lienzo, en la penunbra adivina una tez morena y un pelo negro y ondulado.

    - Ave María purísima.

    - Sin pecado concebida.

    - Padre, vengo a confesar porque he pecado.

    - Dime hijo ¿cuanto tiempo hace?

    - Padre, el tiempo que hace y todo lo demás carece de importancia al lado de la gravedad de mis pecados.

    - Hijo, nada es mucho para la benevolencia de Dios, nuestro padre.

    - Bueno mire, respeto la liturgia y todo el procedimiento de la confesión, pero no quiero andar con rodeos. No soy hombre de Iglesia, pero necesito su bendición o al menos compartir la culpa que siento, porque he pecado gravemente.

...

 

    Dos días después tras recoger al cura, y dejar el coche aparcado en la explanada del Santuario de La Luz, ambos pasean por el camino que conduce al Valle, a La Balsa Redonda.

    - Escuche padre, todo se lo voy a decir bajo estricto secreto de confesión - El rostro de gravedad y las escuetas palabras ponen el tono de dramatismo de lo que va a relatar.

    El camino está solitario. Sólo los olivos y el verde del vinagrillo son testigos de las palabras que si no fuera suficiente la discreción que presta la soledad son en un tono bajo casis susurrante.

    ...

    - Lo que digo es para que vea que en esa empresa me vieron con posibilidades y que cada vez me hacían encargos de más responsabilidad y más delicados -dice Juan, acompañando y complementando sus limitaciones orales con los gestos y la mímica que creía apropiada o la que de forma espontánea le salía, evitando además con ello el uso de expresiones comprometedoras o poco correctas.

    » Sin embargo eso no es suficiente. Al final, para que cuenten contigo tienen que conocerte y sobre todo tienen que conocerte en cosas comprometedoras, o simplemente comprometerte. En las bandas de malhechores, para ser admitido hace falta un pacto de sangre, tienes que comprometerte con algo que conlleve sangre para que el encubrimiento mutuo sea efectivo, no puedas delatar sin delatarte, Tienen que crerse vínculos indisociables, de sangre, pues aquí igual. Para que sepan que eres de los suyos tiene que haber algo muy parecido a un pacto de sangre.

    » Y en una de esas ceremonias iniciáticas me vi envuelto. Bueno la cuestión no es tanto que me viese envuelto como que yo mismo, voluntariamente, me involucré.

    La mañana avanza con la conversación, más bien con el soliloquio de Juan Pérez. Al que Don José concurre atento. El sol hace rato que ha superado las vacilaciones de si sale o no sale y definitivamente aparece tras la Cresta del Gallo. Nuestro personaje toma aliento y fuerzas para afrontar la parte sustancial de su confesión. En un momento, en que aparece la mole del Castillo de la Luz, tras un recodo continúa.

    - En lo que viene tengo que describir escenas y hechos muy escabrosos, por no decir aberrantes. Usted y Dios me van a perdonar, pero no podré por mucho que quiera evitar relatarlos. Quizá utilice rodeos o expresiones suaves por respeto a usted y a lo que representa, para evitar la dureza de lo que intento contar. Perdone entonces que no sea del todo comprensible lo que digo, le ruego que no dude en  interrumpirme pidiéndome que hable de forma más clara. No obstante utilizaré, metáforas y circunloquios, usted me perdona por utilizarlos y si es necesario no dude en pedirme que sea más claro. Allá voy.

    » No sé si habrá oído hablar de Francisco Cuevas. Perdón, Don Francisco Cuevas. Es hermano del concejal de hacienda y arbitrios Antonio Cuevas. Tiene un lujoso chalet en el carril de los Guiraos, esto está en la carretera de santa Catalina según se va hacia el Charco es el penúltimo carril antes de subir la cuesta del Reguerón. Nadie sabe con qué dinero se lo ha hecho, pero le aseguro por lo que sé de obras, que no es poco, que, con esos materiales, ese acabado con chimenea, calefacción,…  y con ese diseño, es bastante el dinero que ha costado hacerlo. Por no hablar del mantenimiento. Si quiere luego entramos en detalles, pero no le falta de nada. En resumen, se ha invertido un capital y no consta de donde lo ha sacado: nadie sabe que ese hombre tenga oficio ni beneficio. Dada su condición de desviado, podría pensarse que lo ha obtenido con prácticas de sodomía, pero de alto nivel. Eso es lo que mucha gente supone, sobre todo los vecinos que ven pasar coches caros y coches de punto con gente de clase alta, bien vestidos y arreglados.

    » Digo esto para ponerle en antecedentes de lo que viene, de lo que ahora le voy a contar. Don Horacio Cases me invitó a una comida Estábamos él, su testaferro Adrián Martínez-Enjuto y un servidor. En ella me dijo:

    - Tienes que darte a conocer Juan. Y ver cómo funciona la realidad aquí. No te creas que las cosas se hacen por las razones visibles o por los intereses que parecen lógicos. Hay hilos de fuerza que no son visibles. Aquí todos estamos cogidos por los güevos. Y si tiras de uno caemos todos. Es lo que en palabras técnicas se llama el statu quo, ¿No, Adrián? - dice dirigiéndose al abogado, y sin esperar respuesta prosigue - Cuanto más feo sea el vínculo más fuerte es. De manera que si te enteras que un tío se tira a tu madre, sin que tu padre lo sepa, procura preguntarte en qué te puede eso beneficiar a ti.

    » Mira, la semana que viene hay un acto al que tienes que venir. Allí aprenderás.

    - El jueves de la semana siguiente fuimos los mismos tres al chalet que le he comentado, el de Francisco Cuevas, -continúa Juan- Al principio todo era normal. Nos esperaban gente que conocía por los periódicos y por los corrillos de la sociedad de Murcia, pero no de la sociedad en el sentido de relacionarse para casar a los hijos o para celebrar fiestas que salieran el la Verdad o en Línea, sino  por gente que parte el bacalao. No voy a entrar en dar nombres, pero seguro que el que menos se figura, el que puede encontrar entre los más devotos de su parroquia estaba allí.

    » Había, también me di cuenta mujeres guapas. Buscadoras de postín. Y mancebos, pero no chaperos de tres al cuarto, eran bien plantados. Con categoría. Algunos se notaban que eran paracas, por el corte de pelo que llevaban, y por los tatuajes. Al principio todo eran parabienes, frases y conversaciones dentro de un cauce normal, se trataban asuntos de interés común. No había mal ambiente, de vez en cuando una pulla.

    » A medida que avanzaba la noche, aumentaba el tono por los efectos de la bebida y alguna papelina que otra que corría por allí. De vez en cuando desaparecía alguna pareja, que al cabo de un rato volvía a aparecer, pero al final los contactos y los líos casi se hacían a las claras. A poco que te descuidases pisabas a una pareja.

    » Finalmente la cosa degeneró hasta que algunas parejas y grupos perdieron el pudor y se podían ver escenas donde un conocido preboste murciano andaba liado, ambos desnudos, con un mancebo al que le hacia una felación para después cambiar los papeles, en otra esquina practicaban el sexo en grupo, también desnudos, unos cuantos de los mejores exponentes de la burguesía local con las meretrices contratadas para el caso. Ello no impedía que en otros corros se bebiese y hablase comentando el ambiente u otras correrías de personajes no presentes. Con todo ello el efecto estaba más que logrado, se compartían conocimientos y experiencias con las que se constituían vínculos muy fuertes fruto de las complicidades más inconfesables. 

    » Yo no participaba en la orgía generalizada, me mantenía en uno de esos grupos que sólo compartían la conversación, las chanzas y ciertos conocimientos escabrosos y comprometedores. Sin embargo, no dejaba de observar las miradas de un conocido magnate de la construcción local, de una familia de boticarios murcianos pero que en la época de liberación económica y de desarrollo se había volcado en la especulación urbanística y en el tráfico de influencias con la administración municipal del régimen. Todo el mundo en la ciudad conocía a don Ricardo de la Cruz Torrejón, tras ser alcalde y falangista se convirtió en un importante constructor. Al menos gestionaba el negocio desde la trastienda. Ya le habían avisado que para los tiempos que corren era conveniente guardar las apariencias. En esa época ya hacia tiempo del tratado hispano norteamericano, e incluso el gobierno había presentado la candidatura de España al Mercado Común Europeo, pero ello comportaba ciertas formas económicas liberales. Don Ricardo tenía que retirarse y dar paso a alguien que no hubiera formado parte de la toma de decisiones y de la gestión urbanística de Murcia, de la concesión de licencias, de alguna cuestión como el derribo de monumentos o incluso el enfrentamiento mano a mano con otro preboste, como era un exgobernador civil y exalcalde de Murcia, por querer tirarle la casa en la extensión de la Gran Vía. Me estoy refiriendo a un cuñado de Don Juan Ramón Esteve de Haro Serra. Todo eso había salido en las últimas reuniones del sindicato vertical de la construcción, manejado por los patronos. Por tanto, correspondía que se diese el ala, que se pirase y se buscara a alguien capaz de llevarlo que fuese de total confianza. Tampoco que fuera muy cercano y con complicara la cosa con otros temas. “Donde tengas la olla no metas la polla”. Ya sabe. Usted perdone.

    A estas alturas del paseo ya habían llegado a la Balsa Redonda y habían tomado la curva encarando la bajada hacia lo que hasta no hace poco había sido el Hogar Castillo de Olite, anteriormente patrimonio del Conde del Valle de San Juan.

....


- Bueno, - interviene Don José-  veo mucho vicio y mucha depravación, lo cual desgraciadamente es muy frecuente en esa clase formada por nuestros dirigentes, que debieran dar ejemplo, pero eso es así. Es lo que hay. Por lo demás, hijo a ti no te veo implicado en nada grave.

- Sí, pero las cosas han ido a más. Poco a poco fui haciéndome a cargo de obras y contratas de la administración, tuve muy fácil hacerme con préstamos sin riesgo y en condiciones muy beneficiosas, sin intereses apenas, con periodos de carencia muy amplios y sobre fases de obra construidas. Obviamente todo tiene su contrapartida. Si me dicen que tengo que contratar a alguien, emplearlo, lo hago. A quien me digan. Bueno, pero en eso, como en las comisiones, que tampoco han sido gran cosa, así como la masa adjudicada y construida, que ha sido bastante, la principal partida, no ha habido problemas. Por otro lado, la casi exclusividad de las recalificaciones ha producido unos grandes beneficios que han dado para todo. Usted ya me entiende. -El hilo discursivo del constructor no es brillante, pero tiene la claridad y la contundencia suficiente para no necesitar explicaciones adicionales más allá de lo que explícitamente dice- Como ha habido bastante a repartir tampoco se han creado conflictos o agravios que hayan producido más violencia de la que puede generarse en alguna expropiación. Pero como usted sabe, eso con la Ley de Orden Público y el respeto que todavía se tiene a las autoridades del Régimen, al Caudillo y al gobierno, no va nunca a más.

» Los beneficios el problema que han dado es como reinvertir el excedente, la capitalización. Por muchos gastos e inversiones que haya habido, nunca son suficientes para invertir todo. Finalmente, y por consejo de un amigo, opté por invertir en arte. Eso tiene una característica muy notable: Que el beneficio no es proporcional a la inversión. Es el crecimiento del beneficio lo que es proporcional a la inversión. Los técnicos utilizan términos poco explicativos para que los simples mortales lo entendamos. Pero quiere decir que la revalorización de un pintor y de sus cuadros es proporcional a lo que venda… y a su reputación a partir de quién los compra. Es decir que si vende mucho y a acreditados inversores, el beneficio aumenta mucho, con lo cual la proporción del precio de un cuadro que se dedica al beneficio es mucho más. No hay mercado que funciones así. Para muchos es especulación pura y dura, pues comprando más hago que aumenten mucho más los beneficios, la plusvalía, de lo que ya tengo adquirido, con una inversión menor que en cualquier otro negocio.

» Bueno, no sé si me entiende. El caso es que en una de las últimas operaciones ha pasado algo que no controlo. Le compramos un cuadro, un retrato de un noble inglés cuyo hijo se casó con una murciana, a uno de sus descendientes. Ni que decir tiene que esa rama de la descendencia ha degenerado mucho. El chico era un yonki, lo necesitaba para costo, costo del caro. Y digo era porque efectivamente el chico ha muerto. Consta que la muerte ha sido por accidente natural. No va a pasar nada, porque la policía no va a presentar problemas, eso está controlado. Pero, primero, que yo no he tenido nada que ver. Ni yo, ni la gente que controlo.

La cara del constructor adquiere especial dureza. Se para y agarra al cura por el antebrazo.

- Esto que le digo ahora es la parte central, el meollo, de la confesión. No me acuso de todo lo que conlleva este régimen, de toda su podredumbre. No soy yo quien lo ha creado, y si no me beneficio yo, y mi familia, lo harán otros. El resultado en global va a ser mismo, porque las cosas están así. Y funciona el invento. La gente está contenta, no hay protestas. Si fuese insoportable habría revueltas por mucha represión que tengamos. Pero el descontento no se ve por ninguna parte. Hasta llegar a las revueltas falta mucho recorrido. Pero vamos, volvamos al tema. La cuestión que planteo es otra: Tengo la mala conciencia de haber inducido el robo del cuadro, e indirectamente haber provocado que el chico haya muerto,…

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