Los días transcurren tranquilos en la
ciudad, uno igual que otro. La sucesión de las horas se produce siempre de la misma
forma. Todos los días a la misma hora sucede igual. Incluso las conversaciones
se repiten. La prensa local sirve para leer las esquelas y los ecos de
sociedad. La actualidad, vaga y lejana, siempre es buena. Las noticias malas sólo
suceden en el extranjero. La ciudad es tranquila. Si hay algo que perturba la
paz o pueda crear inquietud, sólo puede provenir de fuera, preferentemente de
Madrid o de Barcelona. Eventualmente puede suceder también en alguna provincia,
como recientemente han sido los incidentes de Granada. En cualquier caso, si es
así, la prensa siempre lo pone en páginas interiores, junto a alguna noticia de
un suceso o la reseña de algún accidente. La televisión, oficial, la única y dependiendo
del gobierno, ni eso. El pulso cotidiano se sigue por las conversaciones, basado
siempre en “lo que se dice”. El resto de la vida lo constituyen los
quehaceres de casa, seguir la marcha de los niños en la escuela, sus riñas con
otros niños,… el trabajo, la tarea es una rutina, un día continúa, en una sucesión interminable, lo
del día anterior. Y la diversión, ya se sabe, la constituyen el santo, el
cumpleaños, la boda, los toros en temporada y el futbol. Los jóvenes hacen
bailes en casa de los amigos, … Y de vez en cuando, alguien, frecuentemente humilde, se lleva a la novia. Que es como se casa la gente pobre en Murcia. Ah, si, y las familias como Dios
manda, van a misa los domingos.
El bienestar producido por el auge
del consumo y la paz social hace que el gobierno de la dictadura se sienta más
seguro y, en consonancia con lo que sucede fuera, sea más permisivo. El año
pasado, cuando se renovó el convenio de la construcción, estamos en los años
setenta, en pleno boom del sector, hubo paros controlados y alguna
manifestación, o más bien concentración vigilada por la policía gubernativa,
pero sin incidentes. Luego los rumores, el boca a boca, se encargaron de
magnificar lo sucedido. Justo todo lo necesario para dar, de cada al exterior,
una imagen de un poco de apertura…. Pero no más. La lenta procesión de los días
continuaba como siempre, uno tras otro e igual que el anterior.
Don José es un cura relativamente
joven, pero no es un cura de los que en esa época empiezan a tener veleidades
con la oposición democrática al régimen, ni mucho menos con la izquierda
clandestina, tampoco está en las antípodas de los curas obreros, porque él está
en otra dimensión. Intenta comprender qué es lo que la iglesia pretende en
estos tiempos. No es fácil. Trata de encontrar una guía, un norte, en esta época
de turbación que siguen al Concilio Vaticano Segundo. A su entender, los
conflictos en los espíritus humanos van más allá de esos problemas, que son
cosas temporales, en los esquemas de Dios.
Es un auxiliar de obispo. Pertenece
al claustro catedralicio de la diócesis de Cartagena, que así se llama la
demarcación eclesiástica radicada en la ciudad. Vive en un piso que le sirve
para su catequesis particular, no se pliega a asociaciones ni tendencias de la Iglesia como el
Opus, los Propagandistas o la HOAC. Su
particular congregación, constituida por él mismo y sus seguidores, tiene discretamente
su sede en la Calle de San Nicolás de Murcia, cerca de la iglesia del mismo
santo, y a cuyo párroco ayuda con las misas y otras tareas de la parroquia, e imparte
clases de religión en el Instituto de Segunda Enseñanza Alfonso X El Sabio.
Ese día, como otros, acude a las 9 a
la iglesia. Hora en que alguna parroquiana madrugadora reza o lo espera para la
confesión.
Tras cambiarse y atender en el
sacramento a un par de feligresas, se dispone a abandonar el confesionario
cuando alguien, al que no había visto por estar sentado en un ángulo muerto de
la nave central, a escasos metros, se levanta con un ligero ruido del banco.
Don José no se mueve. Realmente llegado este punto deja transcurrir una pausa prudente
y si transcurrida no acude nadie es cuando se levanta y tras una genuflexión y
santiguarse abandona el habitáculo.
Puede percibir que se trata de un
hombre joven y fuerte, vestido con sencillez, con una chaqueta fresca de mil
rayas, acorde con la época de primavera temprana en Murcia, y unos pantalones
de lienzo, en la penunbra adivina una tez morena y un pelo negro y ondulado.
- Ave María purísima.
- Sin pecado concebida.
- Padre, vengo a confesar porque
he pecado.
- Dime hijo ¿cuanto tiempo hace?
- Padre, el tiempo que hace y
todo lo demás carece de importancia al lado de la gravedad de mis pecados.
- Hijo, nada es mucho para la
benevolencia de Dios, nuestro padre.
- Bueno mire, respeto la liturgia
y todo el procedimiento de la confesión, pero no quiero andar con rodeos. No
soy hombre de Iglesia, pero necesito su bendición o al menos compartir la culpa
que siento, porque he pecado gravemente.
...
Dos días después tras recoger al
cura, y dejar el coche aparcado en la explanada del Santuario de La Luz, ambos
pasean por el camino que conduce al Valle, a La Balsa Redonda.
- Escuche padre, todo se lo voy a
decir bajo estricto secreto de confesión - El rostro de gravedad y las escuetas
palabras ponen el tono de dramatismo de lo que va a relatar.
El camino está solitario. Sólo los
olivos y el verde del vinagrillo son testigos de las palabras que si no fuera
suficiente la discreción que presta la soledad son en un tono bajo casis
susurrante.
...
- Lo que digo es para que vea que en esa
empresa me vieron con posibilidades y que cada vez me hacían encargos de más
responsabilidad y más delicados -dice Juan, acompañando y
complementando sus limitaciones orales con los gestos y la mímica que creía apropiada o la que de forma espontánea le salía, evitando además con ello el uso de expresiones comprometedoras o poco correctas.
» Sin embargo eso no es suficiente.
Al final, para que cuenten contigo tienen que conocerte y sobre todo tienen que
conocerte en cosas comprometedoras, o simplemente comprometerte. En las bandas
de malhechores, para ser admitido hace falta un pacto de sangre, tienes que
comprometerte con algo que conlleve sangre para que el encubrimiento mutuo sea
efectivo, no puedas delatar sin delatarte, Tienen que crerse vínculos
indisociables, de sangre, pues aquí igual. Para que sepan que eres de los suyos
tiene que haber algo muy parecido a un pacto de sangre.
» Y en una de esas ceremonias iniciáticas
me vi envuelto. Bueno la cuestión no es tanto que me viese envuelto como que yo
mismo, voluntariamente, me involucré.
La mañana avanza con la conversación,
más bien con el soliloquio de Juan Pérez. Al que Don José concurre atento. El
sol hace rato que ha superado las vacilaciones de si sale o no sale y definitivamente
aparece tras la Cresta del Gallo. Nuestro personaje toma aliento y fuerzas para
afrontar la parte sustancial de su confesión. En un momento, en que aparece la
mole del Castillo de la Luz, tras un recodo continúa.
- En lo que viene tengo que describir
escenas y hechos muy escabrosos, por no decir aberrantes. Usted y Dios me van a
perdonar, pero no podré por mucho que quiera evitar relatarlos. Quizá utilice rodeos
o expresiones suaves por respeto a usted y a lo que representa, para evitar la dureza
de lo que intento contar. Perdone entonces que no sea del todo comprensible lo que digo, le ruego que
no dude en interrumpirme pidiéndome que hable de forma más clara. No obstante utilizaré,
metáforas y circunloquios, usted me perdona por utilizarlos y si es necesario no
dude en pedirme que sea más claro. Allá voy.
» No sé si habrá oído hablar de Francisco
Cuevas. Perdón, Don Francisco Cuevas. Es hermano del concejal de hacienda y
arbitrios Antonio Cuevas. Tiene un lujoso chalet en el carril de los Guiraos,
esto está en la carretera de santa Catalina según se va hacia el Charco es el
penúltimo carril antes de subir la cuesta del Reguerón. Nadie sabe con qué
dinero se lo ha hecho, pero le aseguro por lo que sé de obras, que no es poco,
que, con esos materiales, ese acabado con chimenea, calefacción,… y con ese diseño, es bastante el dinero que
ha costado hacerlo. Por no hablar del mantenimiento. Si quiere luego entramos en
detalles, pero no le falta de nada. En resumen, se ha invertido un capital y no
consta de donde lo ha sacado: nadie sabe que ese hombre tenga oficio ni
beneficio. Dada su condición de desviado, podría pensarse que lo ha obtenido
con prácticas de sodomía, pero de alto nivel. Eso es lo que mucha gente supone,
sobre todo los vecinos que ven pasar coches caros y coches de punto con gente
de clase alta, bien vestidos y arreglados.
» Digo esto para ponerle en
antecedentes de lo que viene, de lo que ahora le voy a contar. Don Horacio
Cases me invitó a una comida Estábamos él, su testaferro Adrián Martínez-Enjuto
y un servidor. En ella me dijo:
- Tienes que darte a conocer Juan. Y
ver cómo funciona la realidad aquí. No te creas que las cosas se hacen por las razones
visibles o por los intereses que parecen lógicos. Hay hilos de fuerza que no
son visibles. Aquí todos estamos cogidos por los güevos. Y si tiras de uno
caemos todos. Es lo que en palabras técnicas se llama el statu quo,
¿No, Adrián? - dice dirigiéndose al abogado, y sin esperar respuesta
prosigue - Cuanto más feo sea el vínculo más fuerte es. De
manera que si te enteras que un tío se tira a tu madre, sin que tu padre lo
sepa, procura preguntarte en qué te puede eso beneficiar a ti.
» Mira, la semana que viene hay un
acto al que tienes que venir. Allí aprenderás.
- El jueves de la semana siguiente
fuimos los mismos tres al chalet que le he comentado, el de Francisco Cuevas, -continúa Juan- Al principio todo era normal. Nos
esperaban gente que conocía por los periódicos y por los corrillos de la sociedad
de Murcia, pero no de la sociedad en el sentido de relacionarse para casar a
los hijos o para celebrar fiestas que salieran el la Verdad o en Línea,
sino por gente que parte el bacalao. No
voy a entrar en dar nombres, pero seguro que el que menos se figura, el que
puede encontrar entre los más devotos de su parroquia estaba allí.
» Había, también me di cuenta mujeres
guapas. Buscadoras de postín. Y mancebos, pero no chaperos de tres al cuarto,
eran bien plantados. Con categoría. Algunos se notaban que eran paracas, por
el corte de pelo que llevaban, y por los tatuajes. Al principio todo eran parabienes,
frases y conversaciones dentro de un cauce normal, se trataban asuntos de
interés común. No había mal ambiente, de vez en cuando una pulla.
» A medida que avanzaba la noche, aumentaba
el tono por los efectos de la bebida y alguna papelina que otra que corría por
allí. De vez en cuando desaparecía alguna pareja, que al cabo de un rato volvía
a aparecer, pero al final los contactos y los líos casi se hacían a las claras.
A poco que te descuidases pisabas a una pareja.
» Finalmente la cosa degeneró hasta
que algunas parejas y grupos perdieron el pudor y se podían ver escenas donde
un conocido preboste murciano andaba liado, ambos desnudos, con un mancebo al
que le hacia una felación para después cambiar los papeles, en otra esquina
practicaban el sexo en grupo, también desnudos, unos cuantos de los mejores
exponentes de la burguesía local con las meretrices contratadas para el caso.
Ello no impedía que en otros corros se bebiese y hablase comentando el ambiente
u otras correrías de personajes no presentes. Con todo ello el efecto estaba
más que logrado, se compartían conocimientos y experiencias con las que se
constituían vínculos muy fuertes fruto de las complicidades más inconfesables.
» Yo no participaba en la orgía
generalizada, me mantenía en uno de esos grupos que sólo compartían la conversación,
las chanzas y ciertos conocimientos escabrosos y comprometedores. Sin embargo,
no dejaba de observar las miradas de un conocido magnate de la construcción
local, de una familia de boticarios murcianos pero que en la época de
liberación económica y de desarrollo se había volcado en la especulación
urbanística y en el tráfico de influencias con la administración municipal del
régimen. Todo el mundo en la ciudad conocía a don Ricardo de la Cruz Torrejón,
tras ser alcalde y falangista se convirtió en un importante constructor. Al
menos gestionaba el negocio desde la trastienda. Ya le habían avisado que para
los tiempos que corren era conveniente guardar las apariencias. En esa época ya
hacia tiempo del tratado hispano norteamericano, e incluso el gobierno había
presentado la candidatura de España al Mercado Común Europeo, pero ello
comportaba ciertas formas económicas liberales. Don Ricardo tenía que retirarse
y dar paso a alguien que no hubiera formado parte de la toma de decisiones y de
la gestión urbanística de Murcia, de la concesión de licencias, de alguna
cuestión como el derribo de monumentos o incluso el enfrentamiento mano a mano con
otro preboste, como era un exgobernador civil y exalcalde de Murcia, por querer
tirarle la casa en la extensión de la Gran Vía. Me estoy refiriendo a un cuñado
de Don Juan Ramón Esteve de Haro Serra. Todo eso había salido en las últimas
reuniones del sindicato vertical de la construcción, manejado por los patronos.
Por tanto, correspondía que se diese el ala, que se pirase y se buscara a
alguien capaz de llevarlo que fuese de total confianza. Tampoco que fuera muy
cercano y con complicara la cosa con otros temas. “Donde tengas la olla no
metas la polla”. Ya sabe. Usted perdone.
A estas alturas del paseo ya habían
llegado a la Balsa Redonda y habían tomado la curva encarando la bajada hacia
lo que hasta no hace poco había sido el Hogar Castillo de Olite, anteriormente
patrimonio del Conde del Valle de San Juan.
....
- Bueno, - interviene Don José- veo mucho vicio y mucha depravación, lo cual
desgraciadamente es muy frecuente en esa clase formada por nuestros dirigentes,
que debieran dar ejemplo, pero eso es así. Es lo que hay. Por lo demás, hijo a
ti no te veo implicado en nada grave.
- Sí, pero las cosas han ido a más.
Poco a poco fui haciéndome a cargo de obras y contratas de la administración,
tuve muy fácil hacerme con préstamos sin riesgo y en condiciones muy
beneficiosas, sin intereses apenas, con periodos de carencia muy amplios y sobre
fases de obra construidas. Obviamente todo tiene su contrapartida. Si me dicen
que tengo que contratar a alguien, emplearlo, lo hago. A quien me digan. Bueno,
pero en eso, como en las comisiones, que tampoco han sido gran cosa, así como
la masa adjudicada y construida, que ha sido bastante, la principal partida, no
ha habido problemas. Por otro lado, la casi exclusividad de las recalificaciones
ha producido unos grandes beneficios que han dado para todo. Usted ya me
entiende. -El hilo discursivo del constructor no es brillante,
pero tiene la claridad y la contundencia suficiente para no necesitar explicaciones
adicionales más allá de lo que explícitamente dice- Como ha habido bastante a repartir
tampoco se han creado conflictos o agravios que hayan producido más violencia
de la que puede generarse en alguna expropiación. Pero como usted sabe, eso con
la Ley de Orden Público y el respeto que todavía se tiene a las autoridades del
Régimen, al Caudillo y al gobierno, no va nunca a más.
» Los beneficios el problema que han
dado es como reinvertir el excedente, la capitalización. Por muchos gastos e inversiones
que haya habido, nunca son suficientes para invertir todo. Finalmente, y por consejo
de un amigo, opté por invertir en arte. Eso tiene una característica muy
notable: Que el beneficio no es proporcional a la inversión. Es el crecimiento
del beneficio lo que es proporcional a la inversión. Los técnicos utilizan términos
poco explicativos para que los simples mortales lo entendamos. Pero quiere decir
que la revalorización de un pintor y de sus cuadros es proporcional a lo que
venda… y a su reputación a partir de quién los compra. Es decir que si vende
mucho y a acreditados inversores, el beneficio aumenta mucho, con lo cual la
proporción del precio de un cuadro que se dedica al beneficio es mucho más. No
hay mercado que funciones así. Para muchos es especulación pura y dura, pues
comprando más hago que aumenten mucho más los beneficios, la plusvalía, de lo
que ya tengo adquirido, con una inversión menor que en cualquier otro negocio.
» Bueno, no sé si me entiende. El
caso es que en una de las últimas operaciones ha pasado algo que no controlo. Le
compramos un cuadro, un retrato de un noble inglés cuyo hijo se casó con una
murciana, a uno de sus descendientes. Ni que decir tiene que esa rama de la
descendencia ha degenerado mucho. El chico era un yonki, lo necesitaba para
costo, costo del caro. Y digo era porque efectivamente el chico ha muerto. Consta que la
muerte ha sido por accidente natural. No va a pasar nada, porque la policía no
va a presentar problemas, eso está controlado. Pero, primero, que yo no he
tenido nada que ver. Ni yo, ni la gente que controlo.
La cara del constructor adquiere
especial dureza. Se para y agarra al cura por el antebrazo.
- Esto que le digo ahora es la parte
central, el meollo, de la confesión. No me acuso de todo lo que conlleva este régimen,
de toda su podredumbre. No soy yo quien lo ha creado, y si no me beneficio yo,
y mi familia, lo harán otros. El resultado en global va a ser mismo, porque las
cosas están así. Y funciona el invento. La gente está contenta, no hay protestas.
Si fuese insoportable habría revueltas por mucha represión que tengamos. Pero
el descontento no se ve por ninguna parte. Hasta llegar a las revueltas falta
mucho recorrido. Pero vamos, volvamos al tema. La cuestión que planteo es otra:
Tengo la mala conciencia de haber inducido el robo del cuadro, e indirectamente
haber provocado que el chico haya muerto,…


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