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Capítulo 5.- 16 de agosto de 1854


A sus 36 años Carlos Marx vive en Londres, se gana la vida como corresponsal en Europa del  New York Daily Tribune. Esta mañana salió de su casa en el 26 de Dean Street para dirigirse a la Oficina Central de Telégrafos, la CTO, en la esquina Newgate Street y Le Grant de St Martin. Allí envió su crónica. Cada vez que lo hace se toma la mañana, con la tranquilidad que le da el hecho de que, pase lo que pase, el trabajo es irreversible. Toca pues tomarse un respiro y una pinta de cerveza en Glassblower, donde tiene la costumbre de hacerlo, tras un largo paseo por la orilla del río. Pasear con el poco fresco de la mañana es lo único que puede paliar en Londres el pútrido ambiente de un agosto especialmente caluroso como el de 1854, donde los pozos negros han proliferado y la escasez de agua hace que viertan con todo su pestilencia al río. El hacerlo por la orilla tiene ese problema pero es peor hacerlo por las callejuelas de esa parte de la ciudad donde el ambiente se espesa aún más.  Supone dar un pequeño rodeo, pero merece la pena tras dos días de  intenso trabajo elaborando la crónica, y de varias semanas y aún meses recopilando la información con lecturas y análisis de la prensa internacional y nacional a la que puede acceder en bibliotecas y clubs de la ciudad.

Pero sobre todo le permite eludir la zona de Broad Street, hoy conocida por Broadwick Street. En esa parte del Soho han muerto recientemente, en lo que llevamos de verano de 1854, un número indeterminado de personas por causas atribuidas a un foco de cólera. Eso es lo que han dicho la prensa, y sobre todo es lo que se ha corrido en la zona y en todo Londres. Es una de esas situaciones donde la ciencia entra en conflicto consigo misma, o al menos con una parte de ella que, basándose en un empirismo muy de corto alcance, atribuye a la génesis de las cosas sistemas de ideas que son compatibles con los hechos pero no contrastadas con evidencias. Es la época del predominio de la teoría de los miasmas como explicación del origen y de la propagación de las enfermedades o como en este caso de las epidemias. Esta construcción de ideas satisface al pueblo por lo fácil que es de comprender, y es asumida en consecuencia por los gobernantes. Las ideas divergentes y los científicos heterodoxos tienen dificultades para mostrar lo que el método hipotético deductivo y la evidencia basada en razonamientos no simples pone de relieve. De ahí el conflicto. En ese tiempo la idea de la transmisión por medio de gérmenes no es conocida, o al menos no es preeminente como ahora. Se atribuye a los miasmas, a un estado hipotético de la materia en zonas profundas, y con la capacidad de producir la enfermedad a quien respira sus emanaciones. Estas acumulaciones de miasmas tienen emisiones de gases pestilentes que afloran  por determinados lugares, en torno a los cuales se produce el contagio y por añadidura constituyen los focos de la epidemia. Marx recuerda las sesiones de la academia de medicina de Londres, donde han tenido lugar debates sobre el tema, entre partidarios y detractores de estas teorías, y los que preconizan que son los detritus y las aguas corrompidas las que, en su mal estado, producen elementos que causan las enfermedades y las epidemias. La concentración humana producida por la revolución industrial, y la insuficiencia de los pozos negros tan numerosos y tan cercanos son insuficientes para que el suelo ejerza su labor depurativa. En una de estas tenidas ha llamado poderosamente el énfasis, el rigor lógico y la fuerza de la comunicación del médico John Snow que atribuye la causa de propagación del cólera al agua de las conducciones de Londres.

El día que fue había una gran asistencia enfebrecida por la diatriba. Presenció la exposición de Snow. El razonamiento y la forma de expresarlo fue de una fuerza y plasticidad irrebatible: Sobre un amplio plano de esa zona de la ciudad, fijado con cinta adhesiva a la pizarra, había dibujado con tinta torres negras, con una altura proporcional al número de muertes atribuidas a casos de cólera. Esos lugares se distribuían con una geometría regular, simétrica, en torno a un punto. Ese punto tenía una característica notable, era la ubicación de una fuente pública de suministro de agua, se trataba de la fuente de Broad Street. Para él este razonamiento establecía razones suficientes para inducir que el cólera se producía a partir de ese lugar y por esa causa. Faltaba contrastar la hipótesis. Para ello había propuesto y había sido aceptada por la municipalidad la cancelación de ese punto de suministro. A partir de allí, acompañado por una masa de fervientes partidarios y curiosos, se dirigieron al punto y dotados con las herramientas adecuadas cancelaron la fuente. Este hecho quedaría inmortalizado con grabados y portadas de periódicos de la época. Días después, unas excavaciones detectaron que una rotura en la conducción del agua había permitido el contacto entre las aguas fecales que saturaban el suelo en esa zona, procedentes de los pozos ciegos y el agua potable que emanaba por la fuente de Broad St. Contaminándola. Subsanado el problema, el número de casos bajó hasta desaparecer y la hipótesis quedó probada.

Hoy, cuando la satisfacción por el trabajo concluido aleja los pensamientos sobre esas tristes circunstancias,  Marx pasea en una de esas mañanas del verano londinense en las que una suave brisa ha disipado lo suficiente las emanaciones malolientes, y el sol invita a deambular tomando el fresco por la ribera del Támesis. Aprovechándolo decide prolongar el paseo hasta el puente de Westmister para que el disfrute sea máximo, pero sobre todo para evitar las callejas y las emanaciones. No obstante, en esta parte, la zona está más cuidada por la proximidad al parlamento y al palacio real. Bordeando la Abadía sube por Great George y  Birdcage Walk hasta St James Park, cruzándolo por el paseo paralelo a Horse Guards Road hasta la plaza de Waterloo, Regent Street y Picadilly Circus.
Finalmente toma toda la calle de Glasshousse, hasta la esquina con Brewer St, llega  al pub Glassblower, en pleno Soho, a apenas 300 yardas de su casa, en Dean St, casi al final de Brewer St.
Glassblower es un sitio ideal para aislarse y escribir mientras ve el flujo de gente y de carros entre Picadilly Circus y los comercios del Soho. Es un sitio que le es grato con el que está familiarizado, y es un punto intermedio casi entre su casa y el centro neurálgico del país y del Imperio, a escasos metros de Westminster, Buckinghan Palace y de Downing Street es un lugar donde recalan y se escapan los políticos y periodistas y tiene lugar escenas de relajamiento y encuentros confidenciales.

Tras acomodarse en una mesa junto  a una ventana que da a la calle de Glasshouse, revisa  su crónica.  Podría modificarla pero no valdría para nada porque ya salió, pero le vale para repensar ideas. Sabe que no se publicará antes de quince días. Sabe que el público norteamericano, que en su mayor parte son pequeños accionistas de Wall Street, necesita una interpretación de lo que sucede en Europa, a ser posible simple, asequible a su mentalidad (a la que él califica como pequeñoburguesa, la de los mercaderes y profesionales) de lo que está ocurriendo aquí  y de cómo puede afectar al tablero de la política internacional, al mercado de las materias primas. Y hacerlo de forma compatible, que le sea útil a su necesidad de encajar y configurar hechos de forma que constituyan realidades con sentido.

(...)

A la intervención sucede un tiempo en la asamblea para propiciar que los asistentes expresen  dudas y opiniones, siempre moderadas. Tras él, Howden procede a un sistemático desgrane de los pasos que constituyen su estrategia. Se trata, y así lo pide, de aunar esfuerzos en favor de las reclamaciones de los Tenedores. Para ello habría que apoyarse en las declaraciones constatadas de moralidad hechas por el Gobierno español. Caradoc manifiesta enfáticamente su seguridad en que estaba el gobierno español no permitiría un error tan escandaloso como la confiscación de los cupones. No obstante había que introducir una duda razonable que justificase la no atención a las demandas. Y ello, según él, estaba en el consenso entre todos los ministros españoles en  protestar contra la interferencia de los diplomáticos en este asunto. Esto es un tema, decían y Caradoc hacía suyo, de Espartero. Es más Howden manifiesta con aire de solemnidad:

- Confío en que la iniciativa partirá de forma inminente del Gabinete del Duque de la Victoria -Insinuando con ello que disponía de datos sobre ese asunto, y de que esa iniciativa no le era ajena.
En la estrategia de Hodew, y para favorecer el progreso de Espartero y del gobiernol español ,  a continuación el Comité, para hacerse ver, debería pasar a la intimidación, intentando presionar a la opinión pública española y al Gobierno español. Esto intimidaría al gobierno español porque la opinión pública inglesa era muy poderosa, eran la clave prácticamente el remedio del problema, en la medida en que podrían influir en los capitalistas ingleses, grandes y pequeños, para que no tuvieran nunca tratos económicos con España en ningún asunto, hasta que la cuestión de los cupones se arreglara satisfactoriamente, como garantía de cualquier pago subsiguiente en el futuro.

Esta mezcla de halagos hacia su capacidad de influir y en su poder, por un lado,  y de esperanzas en la resolución del problema acabó de convencer a los asistentes que aceptaron sin más y de forma convencida las propuestas.

(...)
La pérfida conducta de Inglaterra se manifiesta plenamente en la de su embajador en Madrid, lord Howden. Antes de partir de Inglaterra para reintegrarse a su puesto, reunió a los poseedores de valores españoles y los exhortó a reclamar del Gobierno el pago de los intereses devengados y, en caso de negativa, a declarar que no concederían créditos a los comerciantes españoles. De este modo preparó dificultades al nuevo Gobierno. En cuanto llegó a Madrid, hizo su aportación a la colecta en pro de las familias desamparadas de los caídos en las barricadas. De éste modo se ganó el aplauso del pueblo español.

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El libro Caradoc está disponible en Amazon, se distribuye en Internet y en librerías. A partir de ahora, para no crear duplicidades con la versión completa, sólo publicaré en este blog, y en los demás de este proyecto, aquellos fragmentos que crea más interesantes, o que guarden alguna unidad.

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