Febrero de 1859
Caradoc está convaleciente de las fiebres que le han tenido postrado desde
el verano anterior. Aún de vez en cuando siente el miedo que provoca el
recuerdo de haber estado en una situación tan cercana a su muerte, con el azar
o con Dios en el fiel de la balanza que le hubiera enviado a un sitio o al
otro. Todavía le hacen consciente de ello los retortijones, ahora leves, que
siente en su bajo vientre. Ahora le ha dado uno. Espera un poco para ver si es
solamente un recuerdo, y aliviado observa que poco a poco el dolor se diluye.
Pero el miedo quedó como algo grabado, por la dureza de la experiencia pasada, a
sus genes, a sus reacciones y a sus instintos más primarios.
Recuerda el periodo de París como uno de los más turbulentos de su vida.
Allí es tal su fama que le llaman 'le beau Caradoc'. Era famosa su buena
apariencia y su poder de seducción entre las damas de la alta sociedad
parisina. Un petimetre llamado Charles Percy trasmitió esta fama en cartas a
las señoras bien pensantes de Londres. Su apariencia ---decía--- es legendaria
en Paris y su reputación como seductor irresistible es conocida por todos en la
Ciudad Luz. Le envidian italianos, griegos
y asiáticos.
Uno de estos círculos sociales y sus tertulias eran animadas por lady
Holland, y por su segundo marido, Henry Fox, tercer Barón Holland. A ellas
asistían poetas, políticos, exiliados extranjeros, entre los que se encontraba Walter
Scott, se hablaba de todo y todos eran triturados en el molinillo de los dimes
y diretes de las damas de la alta sociedad londinense en un cotilleo no por elitista
menos despiadado. Comoquiera que la hija de Lady Holland, Harriet Frances
Webster, de su primer matrimonio, estuviese esos días en Francia, y vistos
los precedentes de su madre, que se enamoró locamente de Lord Holland siendo
denunciada por adulterio por su primer marido, Henry Fox, igualmente
diplomático pero amigo de ella le advirtió por carta a la madre contra Cradock:
“Él es uno de los más vanidoso, más farsantes y más inteligentes seductores del beau
monde y se complace en jugar con los sentimientos de cada mujer con la
que puede hacerlo, que son casi todas. A tal fin se informa pormenorizadamente,
las conoce, y es conocido por todas maravillosamente, porque es de natural muy inteligente y agradable, además de ser muy
guapo, así pues su tarea no es difícil”.
Ni que decir tiene que esos comentarios e infundios fueron circulando de
corro en corro, y en cada ciclo fue aumentando la exageración y el color de los
tonos. Obviamente hubo algo más que escarceos. Caradoc recuerda tardes que se
prolongaban en noches en su apartamento del Boulevard Poissonière, esquina a la
Rue de Montmatre, con vistas al Sacré-Coeur. Pero nadie hubiera podido
probarlo. De manera que cualquier maledicencia hubiera cuestionado el buen
nombre de la dama.
Sin embargo esta difamación de Fox tuvo su retorno a París, y fue dicha en
público llegando a sus oídos. Una discusión en lugar público sin retracción por
parte de aquél desencadenó una discusión que acabó en duelo. Sin embargo como
hábil esgrimista, en la lid lo desarmó a los primeros lances.
En estos mentideros era fama que su preferencia, y su especialidad era hacia
las damas extranjeras con título de cierta edad. Recuerda las intrigas y
sus hazañas amorosas. Otra que salió a la luz fue con la duquesa de Firmaçon,
que le llevó a luchar en duelo, ¿era en Otoño de 1825? con su amante el Conde
Schoenfeld, un agregado de la embajada de Austria. Por eso trascendió. La lucha
tuvo lugar donde Caradoc designó: a las afueras, en un campo cerca de Saint
Dennis, a legua y media de su casa. El duelo fue a sable duró unos 20 minutos,
y en él recibió dos estocadas en el brazo izquierdo, la última la le cortó
parte de los tendones, de hay cierta limitación en el movimiento que le quedó,
y los dolores, que en su vejez provocaba la humedad de Cartagena en cuanto
asomaban los primeros levantes en otoño. Pero todo, hasta las heridas
contribuían a su encanto entre las damas. Cradock anduvo un tiempo con la manga
de su chaqueta abierta por las costuras y atada con cintas. Lo cual inspiró una
moda entre su legión de admiradoras que adoptaron la Manga a lo Caradoc.
(...)
Caradoc medita acerca de esta parte de su vida sentado en una barbacana sobre la muralla de Cartagena. El sol ya ha alcanzado altura en el cielo que cubre la dársena. Está sobre la vertical del castillo de San Julián, sobre la mole del cerro del mismo santo. Desde su posición Caradoc oye los gritos de los pescadores en sus faenas de descargar las redes, voces que se mezcla con el griterío de algunos golfillos provenientes del barrio de los pescadores, a su espalda, que han penetrado desde las calles del Osario, la Segundilla, Don Gil, Orcel, Sepulcro. o de de la más lejana de la Concepción. A su izquierda la mole del Hospital Militar, donde hasta hace bien poco ha estado interno.
Caradoc medita acerca de esta parte de su vida sentado en una barbacana sobre la muralla de Cartagena. El sol ya ha alcanzado altura en el cielo que cubre la dársena. Está sobre la vertical del castillo de San Julián, sobre la mole del cerro del mismo santo. Desde su posición Caradoc oye los gritos de los pescadores en sus faenas de descargar las redes, voces que se mezcla con el griterío de algunos golfillos provenientes del barrio de los pescadores, a su espalda, que han penetrado desde las calles del Osario, la Segundilla, Don Gil, Orcel, Sepulcro. o de de la más lejana de la Concepción. A su izquierda la mole del Hospital Militar, donde hasta hace bien poco ha estado interno.
Un oficial inglés que ha conocido recientemente, y que estuvo recalando en
Venecia, le ha contado cosas de los últimos días acerca de la que ha sido su
mujer, su única esposa, la única que como tal ha sido reconocida. La Princesa
Bagration, fallecida el 21 de mayo de 1857, apenas hacía dos años.
Ekaterina Pavlovna Skavronskya nació en 1783, quince años antes que él. Era
hija del conde Pavel Vassilievich Skavronsky y de la condesa Ekaterina
Vassilievna Engelhardt., y sobrina nieta, por parte de su madre, del príncipe
Potemkin. Su primer marido fue el general Príncipe Peotr Ivanovich Bagration. Ekaterina, Katerina o Catalina, como
indistintamente se le llamó fue su esposa legítima, pero no era la mujer madre,
esposa y amad e casa convencioanl. Estar
casado con ella era como estar casado con un símbolo de la sociedad de la época
y al mismo tiempo con todos sus personajes con relevancia en esa etapa de la
historia, desde el mismo Potemkin, Catalina de Rusia, hasta Pedro el Grande, y
desde luego Metternich y Alejandro I, pero también con Goethe, Victor Hugo o Balzac
que la tomaron como modelo para sus personajes, para las ideas o para los
ambientes que crearon. Fue la Fedora en 'La Peau de Chagrín' y la dueña de un salón egregio de Paris para los
Miserables. Sus cartas con Goethe revelan cómo entendía la política de su época
y cómo consideraba en este contexto sus relaciones con los hombres.
La princesa Catalina era pues una dama extremadamente emancipada para lo
que era corriente en su época. Y jugaba con las relaciones personales y
amorosas, como lo que se entendía estereotipado que lo hacían los hombres.
Eligiendo por sí misma a qué hombres tomar como amantes, y a cuáles como
simples amigos. Antes de instalarse en Viena , uy por supuesto antes de parís,
donde aparentemente se retiró como esposa de Caradoc lejos de sus actividades
digamos profesionales, estuvo viajando durante muchos años entre capitales
europeas. En Viena la princesa hizo de su hogar uno de los salones más
brillantes de la sociedad, un salón donde definitivamente se hacía política y
conspiración pro-rusos y antinapoleónica. De hecho era una estación
paraoficial diplomática, pero encubierta
y sin ninguna autorización oficial. Su salón estaba constantemente lleno
de hombres poderosos, ricos e influyentes y de sus esposas amigas o
amantes. Por allí pasaron Goethe y Bulgakov. Se dijo que Napoleón encontró en en ella un oponente serio por su
influencia en Metternich y en Alejandro I.
Para seguir leyendo vea
¡Ya se puede adquirir en AMAZON Y EN LIBRERÍAS el libro Caradoc. A partir de ahora, para no crear duplicidades con la versión completa, sólo publicaré en este blog, y en los demás de este trabajo, aquellos fragmentos que crea más interesantes, o que guarden alguna unidad, como es éste con relación a la figura de la Princesa de Bagration, la única esposa de Caradoc.
En el libro y en el ebook puedes leer todo, completo y en su orden, el que sigue la línea argumental de la novela. Sin saltos ni lagunas.

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